Durante estos días, que invitan un poco al recogimiento y a la reflexión tranquila, nos vienen a la memoria algunos principios y valores que, entendemos, deben tener muy en cuenta los políticos y los gobernantes en sus actuaciones como tales. A algunos de estos principios y valores nos vamos a referir brevemente, sin ningún afán de ser pretenciosos al hacerlo.
Legalidad.- La legalidad es la cualidad de legal, es decir, lo que es conforme a la ley o mandado por ella. Se refiere a la presencia de un sistema de leyes que debe ser cumplido y que permite la aprobación y realización de determinados actos, actuaciones o circunstancias.
Así, por ejemplo, es legal el cobro de un impuesto a los ciudadanos, bien estatal, bien autonómico, bien municipal, aprobado según el procedimiento establecido en la ley, o la regulación del tráfico y estacionamiento de vehículos en la vía pública de acuerdo con el Código de Circulación, o la norma que regula la igualdad de derechos entre hombres y mujeres por medio de una ley aprobada por el Parlamento.
Ahora bien, y como todos sabemos, la mera legalidad, es decir, el actuar conforme a la ley, puede darse, y de hecho se da, tanto en regímenes políticos totalitarios como en regímenes políticos democráticos.
La historia y el presente nos ofrecen un gran número de regímenes totalitarios que actuaron y actúan conforme a la ley, es decir, conforme a la legalidad, pero conforme a su legalidad. Las atrocidades cometidas por personajes como Hitler o Stalin, con el holocausto o las purgas llevadas acabo por ambos, que ocasionaron la muerte de millones de seres humano, fueron "legales", porque se llevaron a cabo de acuerdo con sus leyes. Como tambíen fueron legales y lo son las actuaciones de otros regímenes, como los de Mussolini, Salazar, Fidel Castro y Franco, cuyas leyes prohibieron, entre otras cosas, la existencia de partidos políticos, algo que hoy en España está reconocido por la propia Constitución. Algunas de las actuaciones, como hemos visto, de los regímenes totalitarios nos parecen realmente perversas pero son o fueron "legales".
Pero en los regímenes democráticos, cuyas leyes emanan de la soberanía popular a traves de sus órganos representativos, elegidos libremente por los ciudadanos, también se dan o pueden darse actuaciones que, aunque son perfectamente legales, pueden ser también cuestionadas. Pensemos, por ejemplo, en una ley aprobada por la mayoría de los diputados y senadores que establezca un impuesto abusivo o que atente contra la dignidad o derechos de algún colectivo de ciudadanos o que establezca una reforma laboral que vaya claramente en perjucio de los trabajadores. Nadie podría discutir la legalidad de estas actuaciones.
Por ello, suponemos que todos estaremos de acuerdo que los políticos y gobernantes, y mucho más en un régimen democrático como el que ahora tenemos en España, deben actuar no solo con el máximo respeto de la legalidad vigente sino que, sin vulnerar la misma, deben tener presente otros valores que están por encima de la misma o, al menos, en el mismo nivel. A alguno de ellos nos referimos seguidamente.
Justicia.- Según una de las acepciones del Diccionario de la Lengua Española, la justicia es la virtud que inclina a dar a cada uno lo que le pertenece. Por otro lado, hay que tener en cuenta que la justicia es la cualidad de aquello que hay que hacer con equidad, es decir, adaptando la norma jurídica (la ley) a las particularidades de cada caso concreto, para evitar una interpretación rígida de los preceptos legales.
De todos son conocidos los siguientes adagios latinos:
-"Summa lex, summa iniuria", es decir "ley máxima, injusticia máxima".
-"Summum ius, summa iniuria", (del romano Cicerón), es decir, "derecho máximo, injusticia máxima".
Lo que se quiere decir es que, si los políticos y gobernantes, por muy legítima y democrática que haya sido su designación o elección, si no tienen presente en sus actuaciones (tanto en la aprobación de las leyes y demás disposiciones legales como en la interpretación y aplicación de las mismas) este alto valor de la justicia, pueden incurrir en actuaciones verdaderamente injustas y abusivas. Desgraciadamente, la realidad nos ofrece muchos ejemplos de ello.
Ejemplaridad.- La ejemplaridad es la calidad de ejemplar, es decir de aquello que da buen ejemplo y, como tal, digno de ser propuesto como dechado, que referido a las peersonas significa el arquetipo o modelo que hay que seguir.
La ejemplaridad es algo que también deben tener muy presente políticos y gobernantes en sus actuaciones, desde el más humilde concejal hata quien ocupa los más altos cargos del Estado. No es suficiente que se cumpla estrictamente la legalidad vigente, hay que ser ejemplares día a día y en todas las actuaciones de políticos y gobernantes.
En la realidad, tenemos muchos casos de actuaciones perfectamente legales pero muy poco ejemplares. Nos parece muy poco ejemplar, por ejemplo, que en una ciudad o municipio, se gasten miles de millones en grandes eventos y, en cambio, miles de niños asistan a clase en barracones o no haya dinero para los dependientes o que se gaste mucho del dinero público en gastos innecesarios de protocolo o viajes, en perjucio del mantenimiento de servicios básicos.
Transparencia.- La transparencia es la calidad de transparente. Entre los requisitos de la vida democrática como es el caso de nuestro país, debe figuarar en primer lugar la transparencia y calidad en la información por parte de nuestros políticos y gobernantes.
Lo contrario de la transparencia es la corrupción . que consiste en el mal uso del poder político para obtener una ventaja ilegítima. En ella suelen incurrir a veces gobernantes o funcionarios, elegidos o nombrados, que utilizan los recursos públicos, precisamente por la falta de claridad o transparencia en sus actuaciones, para enriquecerse. El tráfico de influencias, el cohecho, el soborno, la extorsión y el fraude son algunas de las prácticas de corrupción, que se ven reflejadas en acciones como entregar dinero a un funcionario público o regalos para ganar una licitación, etc.
Honradez.- La honradez es la cualidad con la que se designa a aquella persona que se muestra, tanto en su obrar como en la manera de pensar, como justa, recta e íntegra. Es decir, que la honradez es un poco corolario de lo dicho anteriormente, que no necesita de demasiada explicación y que también deben tener muy presente quienes ocupan cargos públicos.
Humildad.- La humildad como virtud, que no hay que confundir con la humillación, consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento. Consiste en actuar sin orgullo. Se aplica a la persona que tiene la capacidad de restar importancia a sus propios logros y virtudes, y de reconocer sus defectos y errores. Es todo lo contrario de "engreído" y "vanidoso".
La palabra "humildad" proviene del latín "humilitas", que significa "pegado a la tierra". Es una virtud moral que incita a obrar en bien de los demás, sin decirlo.
Lo contrario de la humildad es la soberbia, que es una característica del ser humano que implica la constante y permanente autoalabanza que una persona realiza sobbre sí misma. Es, además, una actitud de constante autoadmiración que hace que la persona en cuestión deje de considerar los derechos y necesidades de aquellos que le rodean al considerarlos inferiores y menos importantes.
Ni que decir tiene que no es aconsejable que quienes ostentan cargos públicos sean soberbios en sus actuaciones sino que deben reconocer sus equivocaciones y errores, en definitiva, ser tambíen humildes.
Respeto.- El respeto es el sentimiento hacia las personas que lleva actuar con cuidado de no ofenderlas o dañarlas.
Desafortunadamente, sobretodo en los últimos años, muchos políticos y también varios medios de comunicación, se han caracterizado por el insulto permanente hacia los adversarios políticos mostrando una falta de respeto con una serie de calificativos y expresiones que da verdadera vergüenza reproducir. Creemos que esta falta de respeto es inadmisible y que debe ser desterrada por parte de todos.
Quisiéramos concluir este breve comentario con el convencimiento de que la gran mayoría de los políticos y gobernantes en España actúan teniendo muy encuenta los valores y principios referidos y también con el deseo de que se de el máximo respeto entre los que tienen responsbilidades de gobierno y quienes están en la oposición, porque creemos que ello es lo que demandan todos los ciudadanos.
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